miércoles, 2 de abril de 2014

Fotoperiodismo precario y desprotegido lucha por su derecho a informar

Tres fotoperiodistas que trabajan en Madrid han denunciado que el pasado sábado 29 de marzo recibieron varias agresiones por parte de la policía cuando estaban ejerciendo su trabajo. Cubrían una manifestación y, en mitad de la misma, fueron agredidos por personal antidisturbios. Su propio trabajo es la mejor prueba documental
Por: Toni Martínez
Estos tres fotoperiodistas son free lance. Ninguno de ellos está en plantilla de un medio de comunicación concreto, sino que realizan colaboraciones esporádicas. No tienen nómina fija, ni carné de prensa de una empresa periodística y, en caso de problemas, tampoco tienen ninguna compañía detrás que les respalde. Y, a pesar de esa precariedad, ellos fueron los testigos de las cargas policiales, de los pocos que a última hora de la manifestación seguían a pie de calle contando lo que estaba sucediendo.
Juan Ramón Robles, Mario Munera y Gabriel Pecot recibieron los golpes el pasado sábado. De hecho, el primero, que ese día estaba haciendo la cobertura de la manifestación para eldiario.es, grabó un vídeo de la agresión. Los otros colaboran habitualmente con medios como Associated Press o la agencia Ruptly.
Pero no son los primeros en sufrir este tipo de agresiones. Como ellos mismos aseguran, lejos de quejarse, “son cosas que forman parte del trabajo”. De hecho, cada día que pasa hacer el trabajo de fotoperiodista en algunas manifestaciones empieza a ser una profesión de riesgo. Ya en junio de 2011, el Colegio de Periodistas de Cataluña denunció agresiones a reporteros por parte de los ‘indignados’. Dos años antes, esa misma asociación denunciaba la “dureza empleada por los Mossos d’Esquadra contra los informadores”.
En octubre del año pasado, el Foro de Organizaciones de Periodistas criticó duramente que “cada vez son más frecuentes las actuaciones de algunos agentes que, en manifestaciones y concentraciones públicas, obstaculizan el trabajo de los periodistas –especialmente de los fotógrafos- e incluso les impiden realizarlo”.

Grandes empresas y free lance
Pecot es free lance, lo que significa que trabaja de forma independiente atendiendo los encargos de clientes internacionales, revistas, periódicos, agencias. Él se siente “menos amparado y con mayor riesgo frente a un abuso policial”. Más aún “en un momento donde hay un aumento de la conflictividad social en la calle, producto de la crisis, con fricciones continuas con los cuerpos de seguridad del Estado para poder ejercer el derecho a la información”.
Para Pecot, esta situación tiene que ver con la “precarización de las empresas, que eliminan secciones enteras y generan esta relación laboral del free lance como colaborador fijo”. Recuerda que él estaba en Público y, cuando despareció la edición en papel y la empresa entró en concurso de acreedores, le dejaron con una gran deuda que aún no le han pagado.
Desde la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), su vicesecretario, Nemesio Rodríguez recuerda que “un free lance siempre está más indefenso que un fotógrafo de plantilla en términos de la protección que pueda ofrecer la acreditación de un medio, de la defensa jurídica, de una remuneración fija…”.
Para hacer frente a estas situaciones de indefensión ante la policía, Pecot y algunos de sus compañeros han recurrido a la Asociación Nacional de Informadores Gráficos (Anigp-TV). Su portavoz, José Cuesta, denuncia que para las grandes empresas “tener un free lance es una forma de tener un fotógrafo sin pagar la Seguridad Social”, algo que considera “muy válido”.
José Cuesta es fotógrafo free lance casi por decisión personal. Defiende a los compañeros que “tienen un compromiso total y absoluto con su profesión y que saben lo que se están jugando”. Pese a ello, critica a los “grandes medios que se aprovechan y en cuanto te descuidas utilizan tus imágenes sin firmarlas ni nada”.
“Normalmente, no se denuncia. Sólo cuando es muy descarado y cuando ha sido una imagen importante. Si denunciásemos el día a día, no saldríamos de Plaza Castilla [los juzgados]. Además, si lo haces, te estás cerrando puertas”, concluye.
Sobre las cargas del pasado sábado, desde Anigp denuncian que no es un hecho puntual. En la asociación tienen documentadas muchas agresiones como roturas de equipo o actuaciones policiales obligando a borrar tarjetas de memoria. “Poco se puede hacer cuando cuatro agentes te rodean y te dicen: o borras la tarjeta o te vas a meter en un lío”, lamenta Cuesta.
Estas situaciones no las ha podido solucionar el chaleco que la Asociación de la Prensa quiso implantar para los fotoperiodistas. “A mí y a otro compañero, ambos con chalecos, nos sacaron a empujones desde la Puerta del Sol hasta plaza de Callao. Además, me amenazaron con denunciarme por desacato si no hacía caso”. Desde la APM, de todos modos, recuerdan que “la Policía tiene que saber que está para facilitar la tarea de los periodistas, no para reprimirla”.

Medios no tan pequeños
La policía justifica muchas veces sus acciones en que hay muchos medios pequeños desconocidos y que son imposibles de diferenciar del llamado “periodismo ciudadano”.
Esta opinión no sólo se da con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, también dentro de la misma profesión. El pasado sábado, el programa La Sexta Noche emitió un especial sobre las Marchas de la Dignidad, en el que en el plató central una pantalla gigante mostraba una fotografía de las marchas, nada se decía sobre su autoría. Esa imagen, que pertenece al blog de Periodismo Asturiano, estuvo presente casi todo el programa.
Como explica Bernaldo Barrena, director de la web de noticias, pese a contactar con los responsables del programa y de la cadena por mail, teléfono y redes sociales para pedirles explicaciones, no recibió ninguna contestación. No es la primera vez que los medios de masas vulneran las leyes de derechos de autor sin citar las fuentes.
Lo contrario le pasó al periodista Héctor Juanatey, quien hace algo más de un año colgó una foto en su perfil de Twitter de una concentración en el Ministerio de Sanidad. A los pocos minutos saltó a la portada de El País y, tras la reacción en las redes sociales, consiguió cobrar por la fotografía.
Fuente: La Marea, cooperativa de periodistas y Lectores

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