lunes, 19 de marzo de 2007

Una foto ganó el Pulitzer... otra no...

Una niña esquelética a punto de morir, a su lado, un buitre se acerca a ella. ¿Apretar el disparador de la cámara o ahuyentar al carroñero? Esta cuestión pasó por la mente del premio Pulitzer, Kevin Carter, quien acabó suicidándose poco después de recibir el prestigioso galardón.

En marzo de 1993, Carter llegó a Sudán desde Sudáfrica, su país natal, donde había retratado las barbaridades del apartheid hasta 1990.

Nada más llegar a Sudán, en el poblado de Ayod, Carter se encontró con la fotografía que le acompañaría durante toda su vida.

La fotografía habla por si sola. Carter estuvo esperando durante cerca de veinte minutos a que el buitre abriera las alas. No fue así, pero la instantánea le valió una portada en The New York Times y un premio Pulitzer.

Sin embargo, el hecho de que retratase como nadie la crudeza del hambre en el país africano no fue óbice para que miles de voces le preguntaran "¿Qué hiciste para ayudar a la niña?".

Meses después de recibir el galardón, Carter enchufó una manguera al tubo de escape de su coche y se quitó su propia vida.

Su suicidio siempre se entendió como una justificación a la vergüenza. Criticado por su indiferencia ante la niña, sólo su muerte por monóxido de carbono hacía entrever una mentalidad atormentada.

El propio Carter no ayudó a despejar la realidad. Al recibir el premio Pulitzer, en 1994, reconoció su desprecio a esa fotografía.

Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña.

El 'Bang Bang Club'

Pero la realidad es bien distinta; Carter, adicto a las drogas y depresivo, es cierto que esperase veinte minutos para conseguir una fotografía más impactante, pero en realidad ahuyentó al buitre.

Carter había sido un asiduo de los conflictos de su país, Sudáfrica, donde el régimen criminal del apartheid provocaba graves enfrentamientos.

Allí conoció a Ken Oosterbroek, Greg Marinovich y Joao Silva. Eran conocidos por el 'Bang Bang Club'. Los cuatro fotografiaron los horrores de la guerra y sus imágenes son la crónica de las brutalidades cometidas en el país africano.

Greg Marinovich relataba así su época en el 'Bang Bang Club':

Cuando había mucha violencia, formábamos una patrulla de madrugada: nos levantábamos antes de las primeras luces para recorrer juntos los barrios, cosa de no estar tan desamparados si sonaba la alarma. El amanecer era la transición entre el caos de la noche y el supuesto orden del día, el momento en que la policía se llevaba los cadáveres. A veces, cuando escuchaba el despertador, buscaba cualquier excusa para quedarme en la cama. Pero saber que los otros me estaban esperando en alguna parte terminaba obligándome a levantarme

Drogas y depresión

Al terminar sus estudios, Carter había entrado en el ejército. De esa época se conoce su primer intento de suicidio, con veneno para ratas. Al cumplir el servicio militar, Carter comenzó a trabajar como fotógrafo. A esas alturas ya era un adicto a la Pipa Blanca, una mezcla de Mandrax -un barbitúrico- y marihuana, que se fuma en el pico de una botella rota.

En el viaje a Sudán, donde realizó su famosa fotografía, estuvo acompañado por su amigo del 'Bang Bang Club', Joao Silva, quien describió su llegada al país y cómo Carter le relató lo que había vivido.

Le estaba sacando fotos a una niña arrodillada, que apoyaba la cabeza contra el suelo, y de repente un buitre gigante se posó detrás de ella. Seguí disparando, y después espanté al buitre.

Tras recibir el Pulitzer, Carter rechazó dar entrevistas aunque en realidad, según revela el propio Silva, el fotógrafo estaba demasiado "chutado".

El 'Bang Bang Club' siguió con su trabajo hasta que un con los policías sudafricanos se llevó la vida del íntimo amigo de Carter, Ken Oosterbroek. Al parecer, Carter no pudo soportar la muerte de su compañero y se suicidó.

La otra foto que no ganó el Pulitzer

Tres meses después de la polémica foto de Carter, dos periodistas españoles demostraron otra realidad bien distinta. Pese a lo dicho y repetido mil veces, los buitres no estaban en esa aldea de Sudán esperando a que muriesen los niños desnutridos.

Los carroñeros acudían en masa porque se encontraba allí un estercolero donde tiraban los desperdicios e iba la gente a defecar, entre ellos los niños de las fotos. Una recibió el Pulitzer porque se vendió como el momento antes de ser devorado por el buitre, la otra refleja la cruda realidad.

A mediados de marzo de 1993 Kevin Carter viajó con el también fotógrafo Joao Silva a Sudán para hacer un reportaje sobre la hambruna de ese país. En el poblado de Ayod, Carter haría la fotografía que le cambiaría la vida.

Una niña desnutrida postrada en el suelo y un buitre acercándose. Un bombazo, debió pensar Carter, que tuvo la sangre fría para no dejarse llevar por la emoción y esperó veinte minutos a que el carroñero abriera las alas para que la fotografía tuviera más impacto.

Al final no sucedió y Carter se tuvo que conformar con la fotografía que le llevaría a ganar el Pulitzer. A partir de ahí comenzó su calvario. Se dijeron entonces muchas cosas sobre la actuación de Carter; incluso se le ha llegado a comparar con el buitre, pero la realidad es bien distinta.

Unos meses después de que Carter inmortalizara la hambruna, unos periodistas españoles llegaron al poblado de Ayod. Se trataba de José María Arenzana y Luis Davilla quienes no habían visto siquiera la fotografía de Carter.

En el poblado, Davilla hizo su trabajo y fotografió la hambruna del lugar. Entre sus fotografías, se encontraba una de una niña con un buitre a su lado. Pero la realidad parecía otra.

Según explica el propio Davilla a Periodista Digital, una mañana le llevaron a él y a Pepe Arenzana a Ayod, donde estuvieron casi todo el tiempo en un centro de alimentación donde acude gente de la zona.

En un extremo de ese recinto, se encontraba un estercolero donde tiraban los desperdicios e iba la gente a defecar. Como estos niños están tan débiles y desnutridos se les va la cabeza dando la sensación de que están muertos. Como parte de la fauna hay buitres que van a por esos restos.

Por eso, si tú coges un teleobjetivo, aplastas la perspectiva con el niño en primer plano y de fondo los buitres y parece que se lo van a comer, pero eso es una absoluta patraña, quizá el animal esté a 20 metros.

Sobre si Carter engañó o no, Davilla se muestra cauto:

El fotógrafo no está engañando; la utilización del teleobjetivo es un recurso óptico que forma parte de la tecnología de la cámara. Estás sacando la realidad, engañar sería haber puesto al buitre al lado.

Arenzana, por su parte, no es tan comedido como su colega y reconoce estar "harto" de todo lo que se ha dicho sobre la fotografía de Carter.

Es cierto que la fotografía es de tal impacto que no deja a nadie indiferente; pero hizo que mucha gente se planteara preguntas estúpidas.

Si recortas un trozo de realidad y lo aislas puedes estar, o no, expresando cosas reales. Y en este caso, lo que expresa la foto es bastante buen reflejo de lo que sucedía y sucede allí, en Sudán. Actúa con una potencia enorme sobre los espectadores y es así como ha de ser para reflejar aquella horrible realidad.

Fuente: Periodista digital


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