miércoles, 23 de abril de 2008

Ojalá (sobre la Ley de Radiodifusión y sus debates)

Los 21 puntos por una Ley de radiodifusión para la democracia proponen un conjunto de principios para elaborar un marco legal que permita y promueva el ejercicio efectivo del derecho humano a la comunicación. Un marco legal que evite la concentración de la propiedad, que obligue a la transparencia en la composición accionaria de las empresas de medios, que garantice frecuencias y condiciones de viabilidad a los medios de comunicación no comerciales, que transforme a los medios públicos en espacios de acceso universal a la cultura, el entretenimiento y la participación ciudadana, que haga que la publicidad esté diferenciada de los contenidos, que cree la figura del defensor del público, que garantice las condiciones indispensables para el ejercicio de la libertad de expresión controlando los mecanismos de censura directa e indirecta.
En estos años, medios de comunicación comunitarios, sindicatos de trabajadores de prensa, universidades, organismos de derechos humanos hicimos campañas, conferencias, jornadas, para instalar la necesidad de discutir la reforma de la ley de radiodifusión. Y ahora sucedió. La Ley de Radiodifusión está en la agenda que se ve, se lee y se escucha en los medios. La reforma de la ley de radiodifusión estaba en la agenda de muchos desde hace mucho tiempo: de los legisladores, de los funcionarios, de los entes de aplicación, de las organizaciones sociales, de las empresas periodísticas, de las universidades, de las cooperativas, de las asociaciones civiles sin fines de lucro, de las asociaciones de radiodifusores privados. Pero esta semana pasó a ser contenido a tratar por las empresas periodísticas porque todo indica que existe la voluntad política del Poder Ejecutivo de elaborar un proyecto de ley de radiodifusión para que sea tratado en el Parlamento.
Pregunta: ¿Por qué ahora?
¿Por qué en los últimos días el Poder Ejecutivo llegó a la conclusión de que no es bueno para la democracia que pocas empresas periodísticas manejen grandes medios de comunicación y que esas empresas además sean dueñas o accionarias de otras empresas que no tienen que ver con la comunicación, la información o el entretenimiento sino con otras ramas de la economía como las telecomunicaciones, la fabricación de papel, los pools de soja?
Respuesta: Dicen que por la cobertura que hizo el Grupo del conflicto del campo.
Re- pregunta: ¿Y por qué el Grupo hizo la cobertura que hizo del conflicto del campo?
¿Porque les caen bien los chacareros?, ¿Porque las fotos de caceroleros quedan bien en la tapa? ¿Porque tiene muchos amigos en el campo y el suplemento Rural del Grupo es un éxito de ventas?, ¿Para negociar algo? ¿Algo como el triple play? ¿Algo como qué pasará con el pedido de extracción compulsiva de ADN a los hijos adoptivos de la dueña del Grupo? ¿O qué pasará con la contaminación del río Baradero?
¿Por qué el Grupo hizo la cobertura que hizo del conflicto del campo?
Conclusión: Para entender lo que se nos presenta como información, tenemos que conocer el lobby que se nos oculta.
Hoy para no dejarte engañar por los diarios, tenés que ser experto en lobbys. Tenés que conocer lo que nadie conoce, salvo unos pocos que andan por los pasillos de casas de gobierno, cámaras empresarias, redacciones, restaurantes de Puerto Madero. Si no conocés el lobby hasta te podés creer que cuando el Grupo denuncia a un funcionario por corrupto es porque le interesa la transparencia en el ejercicio de la función pública.
Cuestión que la Presidenta se enojó con el Grupo porque el Grupo se pasó del nivel tolerable de información procesada por lobby y ahora tendremos una nueva ley de radiodifusión.
Es una buena noticia. Una lástima que la Presidenta no se haya enojado antes con el Grupo, porque a lo mejor hubiera podido convencer a sus compañeros del gobierno anterior de que no le prorrogaran las licencias al canal de televisión y a las radios del Grupo y de que no permitieran que el Grupo armara un monopolio con la televisión por cable. A lo mejor, podría haber convencido a sus compañeros en el gobierno de que los más de 300 millones de pesos de la publicidad oficial de 2007 los repartieran más equitativamente.
La ley de radiodifusión no es un asunto para dejar en manos de los lobbystas, ni de las cámaras empresarias, ni de los periodistas.
¿Viste que en Londres hay un lugar, Speaker's Corner, en donde cualquiera se para en una especie de banquito y dice lo que piensa? Bueno, la ley de radiodifusión vendría a ser lo que organiza el uso del banquito: quién tiene un banquito chiquito, quién uno grande, quién habla a los gritos, quién con un megáfono, quién se puede comprar unos parlantes enormes, durante cuánto tiempo se puede hablar antes de cederle el lugar a otro e incluso en cuantas esquinas se pueden poner banquitos.
Pero no sólo la ley de radiodifusión organiza el funcionamiento de los medios de comunicación en un país. Hay otras cosas, también muy importantes. Por ejemplo: la distribución de la publicidad oficial, las normas impositivas (y sobre todo por estas tierras, la exención del pago de cierto tipo de impuestos), el precio del papel para imprimir periódicos (que repercute en el precio al que los periódicos se venden), el cobro o no de los gravámenes y las multas, el cumplimiento o no de cuestiones como el soterramiento del tendido de cables de la televisión paga, la sanción de leyes que benefician a los grupos económicos como la Ley de Bienes Culturales que los salvó de la aplicación de la Ley de Quiebras.
La ley de radiodifusión, su reglamentación, otras leyes y disposiciones económicas o técnicas y la aplicación que de todo eso hace el Estado distribuyen el poder de contar lo que nos pasa todos los días.
Distribuyen el poder de crear cultura, distribuyen el poder de acceder a ella.
Reparten los beneficios de la revolución de las comunicaciones.
Organizan algo que ahora se llama "infoesfera", ese mar sin fronteras a la vista en el que trascurren nuestras prácticas culturales, políticas, recreativas, deportivas, económicas.
Reparten el poder de construir explicaciones para los conflictos del presente y de dar ideas para el armado del futuro.
Y también establecen que los que nos subimos al banquito en la plaza pública tenemos alguna responsabilidad sobre lo que decimos y cómo lo decimos.
Segundo tema en la agenda de los medios esta semana: el observatorio de medios que funciona en la órbita del INADI y las observaciones sobre la cobertura de la cuestión del campo que hizo la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Apelar a la "libertad de expresión" para cuestionar la existencia de un Observatorio de Medios es absurdo. El argumento sería algo así como que "para defender la libertad de expresión queda prohibida cualquier manifestación de opinión sobre el contenido de los medios de comunicación." Podríamos prohibir la crítica literaria para defender a la literatura. O cerrar Bromatología para defender a la gastronomía de la ciudad de Buenos Aires.
"Claro", dirán los paladines de la libertad de expresión, "el problema es que no podemos confiar en que no se convierta en un instrumento de presión y control y, nosotros, los paladines de la libertad de expresión no aceptamos controles ni presiones". ¿Y no es "presión y control" cuando un secretario de estado llama por teléfono para pedirle al paladín de la libertad de expresión que publique una noticia o que no la publique? ¿Y no es "presión y control" cuando se "opera" una tapa?
¿Por qué hay un tipo de "control" sobre la prensa que está dentro de lo tolerable, de los gajes del oficio, de la rutina, de lo habitual, de lo no discutido?
¿No será que lo que les molesta de un Observatorio no es que "observe" sino que sus observaciones sean públicas?
¿No será que lo que les preocupa no son las "observaciones" que el Observatorio pueda hacer sino que esas "observaciones" tengan algún, por pequeño que sea, consenso en los consumidores, lectores, televidentes, oyentes?
¿Será que tienen algún temor de que esto de discutir los contenidos de los medios se ponga de moda?
Que empecemos por la cobertura del conflicto del campo y terminemos en la cobertura de la dictadura militar, que empecemos por las cacerolas en Plaza de Mayo y terminemos discutiendo qué entretenimiento nos ponen para que miremos, que empecemos por las palabras de una movilera y terminemos por querer saber quién es el que usa cada pedacito del espectro radioeléctrico (que, recordemos, es un patrimonio de la humanidad administrado por los Estados) y por cuánto tiempo le toca.
¿Será que no les gusta la idea de que diputados y senadores nos digan que sí, que ahora nos toca opinar sobre los medios, que ahora nos toca tener muchos banquitos, que ahora nos toca saber qué es noticia y qué es propaganda, que ahora nos toca poder distinguir informaciones de lobbys sin tener que hacer un curso intensivo de lectura entre líneas?
Ojalá los poderes de la nación transformen el enojo con el Grupo en la posibilidad de tener un sistema de medios que considere que la comunicación es un derecho humano y no un terreno para hacer grandes negocios.
Ojalá levanten su mano para que tengamos unos medios de comunicación que hagan con transparencia los negocios que quieren hacer, otros medios de comunicación que hagan que las comunidades vivan mejor, otros que ayuden a que las y los argentinos accedan a la cultura y sean ciudadanos activos. Ojalá lo hagan.
Y si no lo hacen, todos los que creemos que la comunicación es algo demasiado importante para nuestra vida política, artística, cultural y económica como para dejarla en manos de unos Grupos y de unos cuantos funcionarios influenciados por el lobby nos decepcionaremos una vez más, y después seguiremos.
Seguiremos poniendo nuestros banquitos en todas las esquinas que podamos.
Seguiremos diciendo que, para empezar esta discusión independientemente de los enojos circunstanciales, habría que preguntarse si es posible que un sistema organizado exclusivamente en base al lucro y a la acumulación permita consolidar la democracia, la igualdad, la justicia y la libertad.
Habría que preguntarse si una ley puede contemplar equitativamente los intereses de los que quieren acumular poder ecónomico y político y los intereses de quienes quieren distribuirlo.
Y, obviamente, la pregunta no se reduce al ámbito de los medios de comunicación.

Colectivo La Tribu / Abril De 2008

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