lunes, 9 de junio de 2008

Mi pañuelo me condena

Por Darwinia Gallicchio
Como me siguen exigiendo explicaciones, en ocasión de mi presencia en la mayor concentración del pueblo argentino de los últimos tiempos, que ocurriera el día 25 de mayo en el Parque Nacional a la Bandera de Rosario, es que digo:
Fui con mi pañuelo, pañuelo de Abuelas, que forma parte de mi vida y de mi lucha incesante. Nada tiene que ver el pañuelo con un título, sólo tiene que ver con mi experiencia construida a partir de mi tragedia y de la tragedia instrumentada sobre el pueblo argentino.
Además tengo la sensación de que están utilizando a mis compañeras, de y desde la Plaza, para cuestionar, distorsionar, subestimar y confundir mis convicciones que coinciden con el reclamo que está encabezando el dirigente gremial de los pequeños y medianos productores, Eduardo Buzzi, presidente de FAA. Lo sectorial se expandió a los reclamos sociales e históricos de un proyecto de país para todos.
En los actos públicos, seguí atentamente los discursos del dirigente y confirmé mi identificación con SU mensaje (como un diario de alcance nacional me preguntara: "¿Usted se identifica con él -por Buzzi-?". Contesté: "En realidad, no..."), porque se trata de coincidir con el mensaje en contra de la concentración de la riqueza, de la tierra, su extranjerización, y la asfixia de las economías regionales, orientaciones que sustentaban la lucha de nuestros hijos. Reitero, ésta es mi convicción, plasmada en un documento que le entregué en mano el día anterior al acto en Rosario, al señor Buzzi en la sede de la FAA. Tengo que hacer visible lo visible: no estaba en el palco, como algunos dicen, sino entre la gente, sentada por mi avanzada edad.

Nuevamente, una vez más, mi convicción es:
  • Los chacareros no provocan el saqueo de la argentina,
  • Estoy contra la concentración de la tierra y su extranjerización
  • Estoy contra la concentración de la riqueza
  • Desde el 24 de marzo de 1976 sabemos quiénes son "el enemigo"
  • Quiero políticas de Estado
  • Quiero que no me defrauden los gobernantes
  • Quiero distribución de la tierra y la riqueza
Si durante mis 83 años de vida todavía tengo que dar explicaciones de por qué he ido y voy a espacios de derechos humanos, en Amsafé, ATE, COAD, huelgas y piquetes de obreros, reclamos de trabajadores del estado que cobran sus salarios en negro, marchas por los reclamos de educación y proyectos de equidad social, marchas por el esclarecimiento de muertes de militantes populares como el caso de Pocho Lepratti o dirigentes gremiales como el caso de Sandra Cabrera, resistencia al abuso de poder de la policía en casos de chicos en situación de calle, marchas y actividades vinculadas a la defensa de las culturas originarias, espacios de discusión de temas inherentes a todo el quehacer humano (creatividad, resistencias, luchas), en ámbitos municipales, barriales y de la universidad. He llevado mi voz, experiencia y pañuelo a diversos lugares desde el living de mi casa hasta la Cuba Revolucionaria. ¿Por qué no puedo coincidir con el reclamo en contra del desguace y devastación sistemática de la cultura agraria?
¿Cuál es mi "pecado"?
¿Será que el marcapasos para mantenerme viva -que estrené hace un mes- me hace socia del pool de siembra que viaja en el avión presidencial?
Abro la puerta, salgo a la calle, tengo 30 años... de lucha... y me exigen explicaciones... dejen de subestimarme, recuerdo el viejo eslogan que decía: "las ideas foráneas violan el sentir nacional" para inducirnos a "vigilar" qué hacían nuestros hijos. Basta de "vigilar y castigar", en todo caso reflexionemos si lo que parece malo es malo y lo que parece bueno es bueno.
No llegué a la Plaza ocasionalmente la semana pasada, ni por una habilitación conyugal, no me incorporé a la Plaza en los noventa, ni interrumpí por una dolencia mi testimonio en lo público, tampoco acepté un resarcimiento monetario del gobierno por fusilamiento.
Y cuando piso la vereda de la esquina de San Lorenzo y Dorrego donde se erige el edificio que se utilizó para someter al ser humano a la indignidad -el Ex Servicio de Informaciones, actual CPM, al que considero la ESMA de Rosario- pienso que no debo permitir que se lo despoje de sentido. Cuando me enteré que mi sola presencia generó asco en algunos, me miré al espejo a ver si me había convertido en cucaracha.
Cuando me dijeron que estaba con golpistas, me miré los pies, a ver si tenía botas.
Cuando dicen de mis amigos "que dividieron la Plaza", pensé: "algo habrán hecho".
Cuando un medio me preguntó: "¿sus hijos eran militantes?", pensé en la "teoría de los dos demonios".
Finalmente parece que mi pequeña presencia dividió las aguas de tal manera que me sentí Moisés, nada más que en lugar de conducir al "pueblo elegido", estaba dirigiendo "El padrino III".
Y por último, lamento que algunos fines sean justificados por los medios.
Sin embargo cuando recibí muchas adhesiones advertí que el fin justifica los medios.
En estas tres décadas, desde el 24 de marzo del 76, vimos: dirigentes, organizaciones, a los que se podría señalar por tener un pasado de "coqueteo" con la Junta Militar, con el alfonsinismo, con el menemismo y hoy..., se definen integrantes del campo popular. Recuerdo a nuestros hijos y me acerco a Rodolfo Walsh: jamás me verán genuflexa cuando en tiempos difíciles debemos seguir testimoniando.
Me invitan a cerrar la puerta, sin embargo, la abro. Todos los días vuelvo a salir a la calle, camino sobre las crujiente hojas del otoño, sobre mi vereda, el viento me abre intersticios, donde puedo vislumbrar -todavía- las grietas.

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